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El mayor secreto para mejorar nuestra relación con las demás personas

Para saber hablar hay que saber escuchar
Para saber hablar es preciso saber escuchar.
Plutarco (50-125) Escritor griego
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Hace algún tiempo, paseando por el parque, pude presenciar una situación, por otro lado habitual, que me llamó la atención: un par de niños, de no más de cuatro años, dialogaban entre sí organizando sus juegos. La conversación, interpretando la media lengua con la que hablamos con esas edades, venía a ser algo así

– Vamos a jugar a que tú corres y yo te tengo que pillar.
– Eso, vamos a correr, ¡hay que llegar hasta allí! – señalando hacia un viejo ficus que hay al final de la explanada en la que se encontraban.
– Y cuando yo te pille tu la quedas y me tienes que pillar a mí.
– Y yo voy a llegar antes que tú.
– ¡Vengaaaa! Corre que te voy a pillar…
– Preparados, listos, ¡ya!

Entonces el segundo niño empezó a correr y el primero le siguió. Tras una breve carrera, el que iba delante alcanzó el ficus gigante, lo tocó, y empezó a saltar de alegría. Estaba plenamente convencido de que había ganado la carrera. El que iba detrás llegó algo después, y se abalanzó sobre el primero agarrándolo con satisfacción, pues había conseguido su objetivo de pillar a su rival. Cada crío estaba jugando a un juego diferente, uno a las carreras y el otro al pillar.

Lo que ocurrió después os lo podéis imaginar: el niño que había “ganado la carrera” sintió el agarrón del otro como una agresión, quizás motivada por la envidia de haber perdido, y respondió a la defensiva soltando el puño intentado alcanzar la cara del otro. Éste, a su vez, entiende que su rival, al sentirse alcanzado, está intentando zafarse de una forma violenta e incluso ilegal para las normas del juego, por lo que opta por agarrarlo con más fuerza y desestabilizarlo hasta que los dos caen al suelo embarullados en un rifirrafe cuyo final no podía ser otro que ambos niños llorando, sus madres discutiendo, riñas, castigos…

¿Qué había pasado? Los niños, que poseen una poderosa imaginación y una capacidad creativa muy intensa, estaban tan metidos dentro de su juego que no habían llegado a escuchar lo que el otro decía en la conversación inicial. Sí se habían oído, pero no se habían escuchado.

Aprende a escuchar para poder entenderte con los demás
Pero no pensemos que esto ocurre exclusivamente cuando los que conversan son niños. Por desgracia esto es mucho más habitual de lo que nosotros podemos llegar a imaginar en nuestras conversaciones como adultos. ¿Cuántas veces estamos en nuestro mundo, en nuestra película, sin prestar atención a lo que sucede a nuestro alrededor? ¿Cuántas veces estamos tan convencidos de nuestros argumentos que rebatimos todos los que nos llegan sin haberlos analizado previamente?

En la vida cotidiana hay muchas situaciones en las que la interacción con otras personas es imprescindible: en el trabajo tenemos que dar instrucciones a un trabajador, en casa hay que contar algo a nuestra pareja, en una tienda explicamos al dependiente lo que necesitamos… pero ¿realmente nos preocupamos de comprender aquello que la otra persona tiene para decirnos?

En la mayor parte de los casos la respuesta es NO. Tendemos a categorizar lo que se dice como poco interesante o ya conocido, o dejarnos llevar por nuestros prejuicios sobre la persona que habla emitiendo juicios de valor sobre sus argumentos. También es habitual que centremos nuestra atención en la apariencia de la persona que habla o en las distracciones que nos ofrece el entorno.

Y por supuesto, tendemos a anteponer nuestro discurso al de los demás. A olvidarnos del otro para centrarnos en lo nuestro. Y además lo hacemos inconscientemente mente, sin darnos cuenta de lo que estamos haciendo. Creemos que escuchamos, pero realmente mientras la otra persona habla estamos pensando más en lo que vamos a responder que en sus propias palabras.

Debemos de ser conscientes de las ventajas de escuchar para motivarnos en cada conversación. Escuchar antes de hablar nos permite relacionar la información que nos aporta la otra persona con la que ya sabemos, mejorando nuestros conocimientos, nos permite asumir o cuestionar la opinión de los demás, aceptándola o argumentando en su contra, nos permite modificar nuestros conocimientos, acercarnos a la realidad, replantearnos nuestras convicciones. En definitiva, nos permite APRENDER

No hay crecimiento interior sin escuchar lo que nos viene del exterior.
Saber escuchar es el principal secreto de los buenos comunicadores

La próxima vez que vayas interaccionar con alguien, ya sea en una conversación, en un debate, en el trabajo o con tu pareja, antes de empezar a hablar, pregúntate: ¿Qué puedo aprender esta persona? ¿Qué cosas importantes puede comunicarme? ¿Qué argumentos puede tener que mejoren los míos,  haciéndonos mejores a los dos? Haciendo esto, estarás poniéndote en predisposición de escuchar lo que tengan que contarte.

Una vez haya empezado la conversación, esfuérzate en mantener la atención en sus palabras, en no distraerte con su físico, con el entorno. Mira a los ojos a la persona que está hablando. Detente en sus palabras, en analizar e interpretar cada cosa que dice. No pienses en tu discurso, no vayas preparando tu respuesta, céntrate en lo que escuchas, ya tendrás tiempo de responder más adelante. Pregunta lo que te cause dudas, pide que te repitan lo que no hayas captado completamente. No hables hasta no haberte hecho una idea completa de aquello que te dicen.

Recuerda: escucha, escucha y escucha. Escuchar es la clave para el éxito de una conversación. No hay crecimiento interior sin escuchar lo que nos viene del exterior.

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